Commons & Incentivos & Neutralidad climática

La era dorada de la neutralidad climática

La era dorada de la neutralidad climática

Cuando hablamos de combatir el calentamiento global, esta tarea parece obligarnos a renunciar a algunas comodidades de la actualidad. ¿Pero esto realmente es así? Quizá estamos a pocos pasos de una era de bienestar nunca vista que beneficiará la humanidad entera. Lo que sí: no deberíamos esperar con los cambios necesarios.

De acuerdo a los comentarios y ensayos en los medios de comunicación, uno podría suponer que un mundo sin emisiones sería un mundo del ya no deberíamos: no usar el auto, ni consumir mucha carne, ni usar el avión para irnos de vacaciones, y calefaccionar menos. Además, supuestamente habría que gastar mucho dinero: generar toda nuestra energía a través de fuentes renovables, adaptar los edificios para que necesiten menos climatización. Esto, al menos parcialmente, es correcto. Pero la narrativa provoca miedo. Muchas personas intentarán bloquear todo tipo de cambio hacia esta dirección, no importando si se trata de cambios de conducta individuales o de políticas públicas.

Bloquear este cambio, sin embargo, sería un error gravísimo. Probablemente dentro de poco asomará un panorama mucho más positivo.

(Este texto es parte de una serie introductoria sobre los conceptos que presentamos en este blog: #1 La Era Dorada (este post), #2 100% renovables, #3 Producción colaborativa incentivada, y #4 Abastecimiento Libre.)

Echemos un vistazo al futuro para ver las alternativas que tenemos. Sabemos que si no logramos frenar el calentamiento global, las consecuencias podrían ser dramáticas, sobre todo en las latitudes tropicales y subtropicales. Si bien es improbable que grandes superficies se conviertan en “inhabitables”, como dramatizan algunos, es una gran diferencia para el bienestar humano y para la economía si la temperatura máxima diaria media es de 35 o de solamente 30 grados. Esto lo puede confirmar cualquiera que viva en países con veranos calurosos. Ni hablemos de eventos climáticos extremos como huracanes, tormentas fuertes, sequías, olas de calor y de frío: eventos cuya interdependencia mutua en un planeta con temperaturas récord aún no entendemos del todo, pero la probabilidad es alta que serán más frecuentes y violentos que en la actualidad. Aún las zonas templadas como Europa podrían virar hacia un clima más desagradable, con veranos tórridos sobre todo en la cuenca del Mediterráneo y partes de Europa Central.

Un panorama no muy creativo para el año 2035

Ahora analizaremos una visión más positiva. Saltemos a un momento que probablemente ocurra entre 2035 y 2040, cuando al menos los países industrializados del mal llamado Primer Mundo ya han reducido sus emisiones de gases de efecto invernadero por aproximadamente un 90 por ciento comparado con el valor de 1990. Los últimos puntos porcentuales para llegar a “emisiones cero” son más difíciles de conseguir y pueden tardar unos años más, pero ya hubiéramos llegado a un hito importante. En este escenario todavía hay chances de llegar a la meta de limitar el calentamiento global a 1,5 grados, como lo estipula el Acuerdo de París de 2015.

¿Qué significaría esto para la vida diaria y para la economía? Primero, la generación de electricidad se basaría casi un cien por ciento en energías renovables, aunque regionalmente se usaría todavía la energía nuclear como “tecnología puente”. Y algunos países todavía tendrán centrales eléctricas basadas en combustibles fósiles como reserva para los días del año con poco sol y viento. Los precios de la electricidad serían flexibles: en días de poca generación renovable serían altos, pero durante el día y en momentos ventosos la luz sería gratuita. La gente ya se hubiera acostumbrado a este modelo de precios y hubiera adecuado su consumo, prendiendo electrodomésticos como el lavarropas solamente durante las horas con buena generación renovable. (En algunos países ya existen estos modelos de precios, y es de esperar que durante la segunda mitad de la década de 2020 se popularicen en muchas otras regiones.)

Habría algunos otros cambios: Sería mucho más caro volar en avión. Las aeronaves funcionarían con biocombustibles y e-fuels basados en hidrógeno, y este cambio llevaría a los precios de los pasajes aproximadamente al doble de los actuales en términos reales (es decir, teniendo en cuenta el poder de compra promedio). En contraste, el sistema ferroviario posiblemente mejorará mucho, con conexiones de alta velocidad internacionales en muchos países, con la excepción de la conservadora Sudamérica. Esto se debería a que los ferrocarriles serían finalmente reconocidos como el medio de transporte más eficiente y ecológico, y atraerán gran parte de las inversiones en infraestructura de transporte. Existirán promociones muy accesibles como el Deutschlandticket en Alemania (que cuesta menos de 50 euros para viajar durante un mes en todo el país), inclusive es posible que el transporte público de corta distancia sea gratuito como hoy en Estonia y Luxemburgo. Como consecuencia el avión solamente se usaría para viajes intercontinentales, y el auto particular (también más caro que en la actualidad) gradualmente perderá importancia.

Otro gran cambio se podría dar en el consumo de carne. Los productos de las estancias y granjas tradicionales serían bastante más costosos que hoy. Pero a la vez existirían alternativas vegetarianas muy económicas y se popularizará también la carne cultivada producida con células musculares cultivadas, que desde 2022 es comercializada en Singapur.

También hubiera cambiado el mundo del trabajo. Todavía existirán muchas oficinas, pero la tendencia al home office se reforzará. Habría cada vez menos viajes de negocios, y se limitarán a viajes imprescindibles como inspecciones técnicas, mientras que la mayoría de los encuentros, conferencias y seminarios con público internacional se harán en línea. Los robots y las inteligencia artificial podrían cumplir con muchas tareas rutinarias. Esto posibilitará una gradual reducción de la jornada laboral.

El punto de inflexión hacia la Era Dorada

La visión que discutimos recién no es muy creativa. Es muy probable si se implementan las medidas para la protección del clima que se discuten actualmente, por ejemplo en el concepto del Green New Deal. Este panorama muestra un mundo que no parece tan malo en cuanto al bienestar, si lo comparamos con la actualidad. Pero para algunos significaría renunciar a algunas comodidades.

Pero este momento sería un punto de inflexión. Para llegar a este punto, tendríamos que esforzarnos bastante para cambiar nuestra provisión de energía y el consumo del transporte y de la industria. Todas las tecnologías nuevas, todo el progreso sería necesario para bajar las emisiones de gases con efecto invernadero: más generación de energía eólica y solar, soluciones para el almacenamiento de energía, aislamiento de edificios y viviendas, autos eléctricos, hidrógeno, en general más eficiencia energética y probablemente también el CCS, una tecnología para almacenar el dióxido de carbono bajo tierra.

A partir de este punto, cuando llegamos prácticamente a la neutralidad climática, podríamos empezar a respirar profundamente. Podríamos volver a dirigir nuestros esfuerzos al aumento del bienestar humano. Las estructuras industriales y la generación de energía ya serían sustentables y no dañarán más al clima. Durante unos años habría que tener cuidado de no volver a los viejos hábitos. Por ejemplo es posible que los combustibles fósiles como el petróleo y el carbón se abaraten por la baja de la demanda. Y algunos países no podrán resistir la tentación de aprovechar estas fuentes de energía un rato más. Pero ésto solo les traerá ventajas a corto plazo, y los cambios estructurales necesarios para que también ellos se sumen a la ola del carbono cero se demorarían pero al final serían inevitables. Quizá estos gobiernos hasta serían castigados por otros países, por ejemplo con sanciones o con la ruptura de relaciones comerciales.

Las regiones que llegaron a la neutralidad climática, en cambio, entrarían en una verdadera Era Dorada. El progreso en los ámbitos de la robótica y la inteligencia artificial provocará que se podrían reducir las cargas horarias del trabajo en muchos rubros. Además se generarían círculos virtuosos: Algunas tecnologías que hoy son consideradas ciencia ficción, como los Maglev (trenes magnéticos que pueden andar a velocidades similares a las de las aeronaves) podrían alcanzar la madurez y reemplazar de a poco al mercado aerocomercial, resultando en una baja de su uso de hidrógeno (uno de los cuellos de botella). Quizá la gente de 2038 compartirá memes burlándose de un pasado cuando Juan Pérez se dejaba sacudir por las turbulencias solo para llegar un poco más rápido al destino en las vacaciones …

Podría ser aún mejor

El panorama descrito en la sección anterior no necesitaría muchos cambios en cuanto a la estructura económica de los países. Existen muchos conceptos para un Green New Deal para transformar la matriz productiva aún de los países más industrializados para que sea sustentable y no produzca más gases con efecto invernadero. Pero existirían algunos desafíos mayores. Se deberían no solamente tomar decisiones políticas rápidas, y en algunos casos no muy populares, para llegar a la meta de la neutralidad climática, sino que este cambio también tendrá que ir acompañado por la opinión pública. Ya lo hemos mencionado: En la realidad de mediados de los años 2020, muchos aún prefieren cerrar los ojos y quizá votan partidos políticos con visiones completamente opuestas, que no cambiarán nada o muy poco del statu quo.

Con un concepto alternativo que queremos presentar en esta serie de textos, estos desafíos quizá podrían superarse mucho más fácilmente que con un Green New Deal. Primero, se podría llegar a la neutralidad climática con varios años de anticipación, quizá antes de 2035, y por ende la era dorada podría comenzar antes. Segundo, este concepto no necesariamente necesita cambios políticos, aunque el Estado podrá ayudar incentivando este cambio. Pero básicamente sería un cambio que vendría “de abajo”, de la sociedad civil y actores económicos.

Pero la tercera ventaja quizá es la decisiva: Este concepto alternativo podría brindar inmensos beneficios para la mitad más pobre de la población. En la vida diaria, en los aspectos de la vida que más preocupan a la gente, mejorarán muchas cosas: Existiría un sistema de bienestar social y de previsión para la vejez mucho más sólido y sustentable, y el trabajo, hoy en muchas partes del mundo una actividad mal paga que enferma y hasta mata a la gente (¿quién se acuerda de Rana Plaza?), se convertiría lentamente en una actividad más placentera que ya no representaría tanto una carga para las personas sino que podría volver a convertir en una vocación. Habría, por ende, muchas razones para apoyar este modelo, para grandes masas de personas.

Un nuevo modelo económico basado en el concepto del commoning, o de la producción colaborativa sería la base para estos cambios. Lo presentaremos en el segundo artículo de esta serie de textos. Se trata, a grandes rasgos, de una matriz productiva que se orienta directamente en las necesidades de las personas, sin pasar necesariamente por un mercado, y se basa en la cooperación entre los actores económicos. Imaginémonos que las empresas no serían más actores con fines de lucro, sino que funcionarían como asociaciones y ONGs. La ventaja para el clima: Habrá fuertes incentivos para acelerar la transición a 100% de renovables, y no habrá tanta presión para que la economía (y el consumo de recursos escasos) crezca. El bienestar crecería a la par de la sustentabilidad. Y la ventaja para las “personas normales”: Tendrán acceso a productos más económicos y tendrán que trabajar menos que hoy.

Los pasos necesarios

¿Qué sería, concretamente, necesario para que este cambio casi “utópico” se haga realidad? En esta pequeña serie describiremos los tres pasos principales:

  1. 100% renovables: ¿Cómo hacer para cambiar la matriz energética para que sea realmente sustentable? En la discusión prevaleciente en la actualidad a menudo se olvidan algunos puntos, y estos pueden ser decisivos.
  2. Producción colaborativa incentivada: La economía de mercado tradicional tiene algunos problemas: Es ineficiente y además necesita del crecimiento y por ende tiende a un crecimiento continuo del consumo de recursos. Una orientación directa de los actores productivos en las necesidades humanas y un paradigma de producción basado en la cooperación (¡sin dejar de lado la competencia!) nos puede beneficiar de un crecimiento del bienestar sin necesariamente gastar más recursos naturales. Un pilar clave son mecanismos de financiamiento sustentables para el largo plazo.
  3. Abastecimiento básico gratuito: Cuando hablamos del futuro del Estado de bienestar, muchos piensan en conceptos como el ingreso básico universal o nuevos conceptos de ayuda social con transferencias de dinero como el impuesto a la renta negativa de Milton Friedman. Pero un mecanismo basado en la producción colaborativa y los Commons es probablemente más sustentable y eficiente, y quizá puede ser popularizado internacionalmente y contribuir a la erradicación de la pobreza. No necesita de financiamiento compulsivo a través de impuestos y desincentiva hábitos que contribuyen al calentamiento global. Es posible que no sea necesario ni siquiera la intervención del Estado.

Enlazaremos los textos aquí una vez que se publiquen en este blog.

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About Daniel Barón de Oca

Autor & investigador en Bienes Comunes e Incentivos.

Comahue, Argentina https://deoca.org